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La vida de los cosacos ucranianos

La vida de los cosacos ucranianos

Para ser un hijo de la Sich, había que pasar un rito de iniciación, es decir jurar lealtad a los cosacos hermanos, al pueblo y a Dios. Si el joven profesaba la ortodoxia, también se realizaba el rito de la adopción de la religión, y desde entonces el cosaco potencial ya era “el joven".

A partir de entonces se comenzaba su formación en asuntos militares y  reglas de conducta, un código de los cosacos. El hombre podría llevar el nombre "joven" por mucho tiempo. Para convertirse en un total-cosaco, el "joven" tenía que pasar una serie de pruebas, por ejemplo, comer un poco de comida desagradable, pasar en barco por los rápidos del Dniéper, montar un caballo salvaje, etc. Sólo superando la prueba con creces, el nuevo cosaco podía ir a la guerra contra el enemigo.

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El cosaco también fue atribuido al kurín cosaco (la unidad administrativa y militar), y de acuerdo con la costumbre, recibía un nuevo nombre, que significaba un nuevo nacimiento del iniciado ya como cosaco. Casi todas las acciones de los cosacos se asociaban con un rito particular. Con música y tiros de cañones los cosacos saludaban el anuncio del inicio de la batalla o campaña, la bandera significaba el comienzo y el final de la batalla. Después de cada campaña las campanas de la iglesia sonaban en la Sich: con la misa los cosacos conmemoraban a los hermanos que no volvieron de la batalla, y daban las gracias por las maniobras exitosas.

La hermandad era de gran respeto entre los cosacos. Cada cosaco podría dar su vida por la familia y por su compadre. En una señal de hermandad los compadres intercambiaban las cruces que llevaban sobre el cuerpo, y consideraban otras cosas como comunes entre ellos. Los compadres se regalaban caballos y armas entre ellos. En las batallas combatían cada uno a su lado, guardando o protegiendo con su cuerpo uno al otro. La hermandad daba gran poder, y era una de las razones secretas de la invencibilidad de los cosacos.

De regreso de una campaña, los cosacos compartían el botín y comenzaban a festejar. Trataban de superarse uno al otro en ebriedad y festejo. Pero el consumo de alcohol durante las campañas militares estaba prohibido. Tanto por la embriaguez, como por la traición, los cosacos se castigaban con la pena de muerte.

Después de celebrar por unos días, los cosacos regresaron a la vida normal. Se levantaban antes del amanecer, iban al río para bañarse, desayunaban con la mezcla de harina de centeno, agua y aceite. Cada uno llevaba una cuchara en su bota. Después del desayuno cada uno estaba ocupado con sus propias cosas: reparaban, lavaban sus ropas, se dedicaban a los armas, otros trabajaban alrededor de los barcos y caballos, se ocupaban también de la casa, ya que las mujeres no vivían con ellos. Los chicos competían en equitación, tiro y lucha.

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Cuando terminaban la batalla, y expulsaban a los enemigos de su tierra, los cosacos llevaban a la Sich muchos chicos, jóvenes, o adultos,  y les enseñaban en los kuríns. Cuando el niño cumplía 14 años, el cosaco que lo llevó, lo tomaba como su discípulo para que límpielas armas, corteje al caballo, y ayude tanto como sea posible en las campañas.

Al medio día se disparaba un cañón en la torre, esta era una señal para la comida, entonces todos se ponían de pie en círculo alrededor de los iconos, y el atamán les decía El Padre Nuestro, sólo después de la oración comenzaban a comer. Por la noche se servía la cena, después de comer, los cosacos se reunían en el “maidán” (la plaza principal de la Sich) o en la orilla del Dniéper, cantaban, bromeaban, y bailaban. Cuando esta vida se les volvía aburrida, comenzaban a prepararse para la nueva campaña.

Si el cosaco violaba la ley, tenía un castigo, o una pena mayor aún. Por falta de respeto a los superiores, o deuda de dinero, lo ataban al cañón y le disparaban, por robo, le golpeaban con un látigo. La ejecución más popular en la vida cosaca fue el aporreo, también se utilizaba la horca. Y la sanción penal más terrible era enterrar al criminal vivo.

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